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Junio 2024

En La marca Grafein en los talleres de escritura, el libro de Alcira Bas y Romina Colussi que acaba de publicar UNIPE: Editorial Universitaria, se cuenta cómo un taller de escritura nacido en 1974 en las aulas de la Universidad de Buenos Aires dio lugar a un método de trabajo que, durante las siguientes décadas, se extendería –con múltiples adaptaciones– a numerosos ámbitos dentro y fuera del país. El libro rastrea, además de los orígenes del taller, cómo esa “marca” Grafein hoy se puede percibir en cursos de escritura informales, manuales de ministerios, consignas de formación docente y, por supuesto, en el trabajo en muchas aulas de escuela.

Grafein, que en griego significa «yo escribo», nació como un laboratorio de producción de textos dentro de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Su principal apuesta era pensar la escritura ya no solo como un medio para narrar o expresar ideas sino como algo que en sí mismo produce una materia. De allí proviene la idea de referirse a esos talleres como un “laboratorio”: partiendo muchas veces de un afán lúdico o experimental, en los encuentros de Grafein se buscaba generar experiencias de escritura artificiales y hasta “corridas de las vicisitudes de la escritura en el mundo real”, señalan las autoras del libro, que puede descargarse aquí.

Alcira Bas, profesora de Letras y periodista, formó parte del grupo fundador de Grafein y su mirada es la de una testigo privilegiada de aquellas primeras experiencias. Romina Colussi, por su parte, es una experta en Didáctica de la Lengua y la Literatura que ha investigado el legado de Grafein e incorporado ese método a su propio trabajo en las aulas. Ambos puntos de vista se entrecruzan para recuperar la historia de estos talleres. En La marca Grafein en los talleres de escritura, las autoras también proyectan la mirada hacia el futuro, analizando cómo muchas de las búsquedas iniciadas por aquel grupo fundador se fueron adaptando a distintos contextos y soportes de escritura que quedarían impregnados con esta marca de estilo.

A lo largo de estas páginas, las autoras recuperan algunas consignas de lectura y escritura utilizadas en los talleres, como pueden ser la creación de animales fantásticos para un “zoo-ilógico”; o de textos que, a costa de transgredir la sintaxis, nos hacen más conscientes de sus normas. Además, cuentan qué ocurría en los talleres cuando se planteaban estos desafíos y traen ejemplos de la diversidad de escritos que podían nacer a partir de una misma consigna. La idea de Gafein, señalan sobre el final del libro, es “echar a rodar” las palabras, hacer reír a otros y, sobre todo, “invitarles a pensar en las complejidades de la lengua que hablan todos los días”.