UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL

Hernán

Hernán

La mayoría de los trabajadores del mundo tuvo que reacomodar su trabajo a causa de la pandemia. Algunos debieron adaptarse al teletrabajo, otros lo perdieron o vieron reducido su salario, mientras que aquellos en la informalidad solo pudieron seguir adelante con ayuda del Estado. Una vez superada la crisis sanitaria, al mundo le quedará la catástrofe económica y laboral. ¿Cómo será la reconstrucción en el campo del trabajo? ¿Estará centrada en el bienestar de las personas? ¿O se profundizará la precarización? ¿La omnipresencia de las tecnologías habrá traído para siempre la uberización del trabajo? Participan: Claudio Moroni, Caren Tepp, Vanesa Siley, Mara Ruiz Malec, Mercedes D´Alessandro.

Conducción: Noelia Barral Grigera. Idea: Adrián Cannellotto y José Natanson. Guión e investigación periodística: Diego Rosemberg. Producción periodística: Luciana Garbarino, Noelia Barral Grijera, Diego Rosemberg. Operación Técnica: Mauro Eyo. Ilustración de cubierta: Ariana Jenik.

Atendiendo al impacto que produjo la pandemia de Covid 19 en todos los ámbitos de la vida cotidiana y principalmente en el funcionamiento del sistema educativo, la UNIPE se propone, a partir del mes de noviembre, ampliar la  propuesta académica para el año 2021 centrándonos en la formación superior para docentes, directivos y funcionarios del sistema educativo a través de una variada oferta de ciclos de complementación curricular (gratuitos – a distancia – 2 años de duración) orientados desde su temática a la formación en campos específicos del conocimiento: Lengua, Matemática, Enseñanza bilingüe intercultural, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y problemáticas ambientales, Ciencias de la computación, Gestión de inicial, primaria, secundaria con énfasis en uso de tecnología, Dirección de gestión de instituciones de FP y técnica, Historia, Letras, Enseñanza del inglés , Enseñanza de jóvenes y adultos, Informática.

Asimismo, y teniendo en cuenta la situación planteada, se implementarán mecanismos de articulación con el nivel secundario, de manera de atender la problemática específica, vinculada con la terminación de los estudios y el ingreso a la universidad de nuestros futuros estudiantes.

Oportunamente estaremos brindando mayor información sobre estas propuestas como así también habilitando la preinscripción vía web

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Whatsapp: (011) 6409.7072 (Sólo mensajes)

Por Adrián Cannellotto (*)

Lo que algunos denominaron “educación remota de emergencia” fue un proceso que en Argentina se inició con el decreto presidencial Nº 260/2020 del 12 de marzo de este año, un día después que la Organización Mundial de la Salud declarara al brote del nuevo coronavirus como una pandemia. La norma establecía el “aislamiento obligatorio” como acción preventiva y colocaba en el Ministerio de Educación la potestad para determinar las condiciones en las que se desarrollaría la escolaridad en todos los niveles durante la urgencia sanitaria.

Con el avance de la cuarentena, el 3 de abril, la Secretaría de Políticas Universitarias recomendó “la readecuación del calendario académico 2020, teniendo en cuenta la especificidad de la enseñanza universitaria, garantizando las cursadas en las modalidades periódicas que normalmente se desarrollan en un año académico, manteniendo la calidad del sistema universitario”. Ese mismo día, el rectorado de la UBA comunicó la modificación de su calendario reiniciando las clases el 1 de junio de 2020 y finalizando el 12 de marzo de 2021 con el objetivo de “garantizar el año lectivo de cursada presencial”. Esa situación, que generó controversias entre sus propias Facultades, no se extendió a otras Universidades que, con ciertos cambios, mantuvieron sus calendarios académicos en curso.

La preocupación por la continuidad y por garantizar el derecho a la educación se incorporó rápidamente en los debates académicos. Se tenía conciencia de que la velocidad con la que las Universidades, los profesores y los estudiantes tuvieron que mudarse hacia la formación en línea no tenía precedentes. Como apunta Hodges (1), las Universidades se convirtieron en una suerte de MacGyver, el personaje que siempre debía resolver a contrarreloj y con escasas herramientas una situación inesperada. La virtualidad como dimensión de la realidad, la desigualdad de acceso, conexión y uso de las tecnologías, las posibilidades y limitaciones pedagógicas de la virtualidad y sus herramientas, entre otros temas, recorrieron una parte importante de los foros de debate en todo el país.

Integrantes de la Red Universitaria de Educación a Distancia de Argentina (RUEDA) retomaron, en una nota publicada en el portal del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), viejas tensiones de la educación virtual frente al contexto actual (2). Recordaban que la educación a distancia fue “concebida a lo largo de su historia como una opción devaluada” y que persisten opiniones según las cuales su empleo conllevaría una caída de la calidad. Con el uso de la virtualidad en modo de emergencia, es decir sin ser efectivamente educación a distancia, el riesgo de que estas opiniones se consoliden es alto. De la misma manera, la percepción de los estudiantes respecto de la relación presencial-virtual en estas condiciones puede contribuir a instalar la idea de la baja calidad de la educación a distancia.

En el sistema universitario se da una diversidad de situaciones respecto del uso de la virtualidad. Como señala la declaración del CIN del 8 de abril, “las estrategias de enseñanza mediadas con herramientas de la información y la comunicación no prevalecen en las tradiciones académicas de nuestras instituciones. Tampoco reemplazan la potencialidad de los vínculos y métodos de la presencialidad” (3). En la mayoría de los casos, al menos hasta aquí, las carreras presenciales no incorporaban actividades virtuales relevantes en sus asignaturas. Lo digital, aunque forma parte de la realidad, no había tenido una presencia destacada en el espacio “analógico” de las aulas. Esto tornó ineludible el debate sobre la inclusión de las tecnologías digitales en un momento en el cual parece posible superar el modo reductor en que se venía planteando la cuestión: tecnologías sí, tecnologías no. Sin dejar de reconocer las limitaciones y la complejidad que reviste la traducción de las propuestas presenciales a lo virtual y, en algunos casos, sin dejar de marcar su imposibilidad, la pandemia creó un escenario propicio para repensar la transmisión de conocimientos en el mundo digital que estamos construyendo.

Los gremios docentes y no docentes, tanto en sus representaciones nacionales como en las delegaciones en cada una de las Universidades, discutieron y acordaron posiciones relativas no sólo a los salarios sino también a las nuevas condiciones laborales que el contexto iba imponiendo. El acta paritaria del 19 de junio reconoció el trabajo de los profesores en “contexto virtual o no presencial”. Dispuso una serie de requerimientos y medidas de seguridad para los investigadores que realizan “tareas experimentales presenciales”, convino jornadas laborales acordes con las designaciones para evitar la “sobrecarga” de actividades preservando la “intimidad familiar” y el descanso. El acta también introduce el “derecho a la desconexión digital” cuya regulación ya se discute en Europa, no así en América Latina. La posibilidad de organizar el trabajo remoto estableciendo horarios y condiciones claras parece un tema “junto con la situación de los trabajadores de plataformas digitales” que merece urgente atención por parte de los Ministerios de Trabajo.

Tres etapas

La pandemia lanzó un nuevo desafío para las instituciones, docentes y estudiantes, sobre todo aquellos que se encuentran en los primeros años de las carreras de grado. Para los ingresantes pudo significar un escollo insuperable en relación a la continuidad de sus estudios. La mayoría de las carreras se detuvieron apenas iniciadas, en particular las de grado. Otras muchas no llegaron a iniciarse (entre ellas buena parte de los posgrados). La imposibilidad de establecer contacto con profesores, compañeros, autoridades se sumó a la dificultad para familiarizarse con las reglas y lógicas de la vida universitaria, con sus códigos y sus lenguajes. La velocidad de la emergencia complicó las intervenciones destinadas a trabajar sobre la escritura académica y la lectura comprensiva, dos cuestiones esenciales para sentar las bases de la continuidad. Del mismo modo, obligó a las Universidades a llevar a cabo otras acciones de contención para apuntalar las trayectorias de los estudiantes. El aislamiento puso en evidencia que la formación universitaria supone el conocimiento tanto como las condiciones institucionales, pues éstas son elementos formativos que posibilitan procesos de socialización y de integración a la vida académica y política de las instituciones (4).

El pasaje a la virtualidad bajo la modalidad de “educación remota de emergencia” trajo aparejados problemas ocasionados por la brecha tecnológica. Los estudiantes de menores recursos no cuentan con computadoras ni con opciones de conectividad aceptables y se manejan enteramente con teléfonos celulares, el dispositivo más difundido en el país. Este tiene una penetración de 128,8 cada 100 habitantes, mientras que internet llega al 65% de lapoblación, pero con una distribución muy desigual. Algo similar ocurre con la velocidad de conexión y con el mayor número de hogares conectados, de los cuales los mejores índices están en Buenos Aires y CABA. Por eso, y a pesar de que los dominios .edu se liberaron a través de convenios específicos entre las Universidades y las prestadoras de servicios de telecomunicación, facilitando el acceso a páginas web institucionales con repositorios bibliográficos y aulas virtuales, la preeminencia del celular trajo aparejadas complicaciones relativas a la navegación, la presentación de trabajos escritos, el acceso a la bibliografía y la lectura. Es habitual que muchos de estos teléfonos cuenten con planes de datos prepagos, haciendo aún más restrictivo el acceso y la conectividad. De esta manera, el modo en que las Universidades se reinventaron frente a la urgencia, en muchos casos, no pudo sortear la barrera de las desigualdades ya existentes.

La pandemia y la crisis pusieron en evidencia que las desigualdades (5) sociales, territoriales, culturales, de género, de acceso y uso de las tecnologías impactan en la educación, tanto básica como universitaria. En 2019, más de la mitad de los chicos de 4 a 17 años eran pobres por ingreso familiar y 14% se encontraban en la indigencia. Mientras el 32% de los adolescentes de 16 a 17 años desarrolla alguna actividad productiva, en el NEA y NOA el porcentaje es un poco mayor aun. Uno de cada cinco hogares no tiene conectividad, realidad que se concentra también en las regiones del Norte argentino. A ello se agregan las desigualdades relativas al capital cultural familiar y personal. A lo que hay que sumarle que es una característica de nuestro estudiantado el combinar sus estudios con el trabajo: más del 65% de los estudiantes trabaja mientras cursa la Universidad. Esto, que en condiciones de normalidad incide sobre la organización de la cursada y sobre las trayectorias individuales, con el aislamiento tuvo impacto por el lado de la pérdida de empleos, por la caída de los ingresos en los hogares y por la consiguiente desorganización de las vidas familiares. Esta es una de las razones por las cuales fue fundamental el acompañamiento institucional, el acceso a becas y a programas –nacionales o de las propias Universidades– que garantizaran mediante la asignación de recursos el sostenimiento de las cursadas, el acceso a la virtualidad o la compra de tecnología.

Aunque todavía no existen datos concluyentes, es muy probable que se produzca un incremento del abandono y del rezago de los estudiantes a raíz de las actuales condiciones. Es obvio que la educación a distancia requiere de una mayor dedicación. La disciplina, organización y compromiso que se exigen no son los mismos que en el modo presencial. Esto se suma al trabajo de virtualización que deben llevar a cabo los docentes. La complejidad que supone la construcción de una asignatura en el entorno virtual es algo que no pudo ser abordado a causa de la emergencia. La falta de tiempo se tradujo, en muchos casos, en un pasaje lineal de contenidos y estrategias que no habían sido pensados ni desarrollados originalmente para ello.

Del lado de las instituciones, la desorientación de los primeros días fue dando paso a la reorganización de las condiciones administrativas y académicas. Las respuestas fueron muy variadas. El tamaño de la Universidad, su nivel de complejidad administrativa, la capacidad tecnológica, la experiencia de sus profesores y las condiciones de su población estudiantil fueron marcando los tiempos. Las respuestas se fueron llevando adelante con las dificultades heredadas de un ciclo como el de los años 2016 a 2019, en el que se produjo un retroceso presupuestario del sector. Esa disminución ocurrió mientras se daba un proceso de crecimiento de la matrícula y de las necesidades de infraestructura por la extensión territorial y social de la oferta, en particular en aquellas instituciones de reciente creación. Basta precisar que en un contexto de alta inflación, como el año 2019, se produjo un descenso real del presupuesto universitario del 10%.

Las respuestas institucionales podrían catalogarse en tres momentos. Una primera etapa, coincidente con el primer ciclo de aislamiento de 15 días, giró en torno a la resolución de cuestiones administrativas y al trabajo remoto de los no docentes, a las necesidades propias de los ingresantes –lo que se puso en evidencia a través de consultas masivas–, y la apertura y gestión de aulas virtuales para aquellas carreras que no disponían de ellas. Por esta razón, la primera etapa fue más caótica en instituciones cuyas carreras no tenían vinculación alguna con la virtualización.

La segunda etapa tuvo que ver con el afianzamiento de la situación de aislamiento. Cuando las comunicaciones oficiales evidenciaron que el retorno se postergaba, se avanzó en un trabajo más coordinado con los profesores para atender las cuestiones formativas en lo virtual. A la par, se incorporaron los primeros protocolos y recomendaciones en este sentido, se empezó a complejizar el empleo de herramientas y estrategias digitales para el dictado de asignaturas –de los usos básicos del aula virtual se pasó a la incorporación de guías de lectura, audios, videos, clases sincrónicas vía plataformas comunicacionales, etc.–, se fueron encauzando demandas más sustantivas de los estudiantes y, en particular, se generaron políticas destinadas a sostener las trayectorias y evitar la deserción apuntando a la contención y el seguimiento.

La última etapa tuvo como uno de los ejes centrales la acreditación y la evaluación de los conocimientos, el diseño de metodologías de examen para el cierre del cuatrimestre y todo lo relativo a las tareas administrativo-académicas que ello supone. La idea de evaluación también se vio conmovida por la pandemia. Es apresurado decir si esto abrirá una discusión sobre los modos de evaluación habituales en las Universidades. Lo cierto es que la trayectoria de los estudiantes tuvo que ser acreditada y evaluada a partir de la concreción de diferentes actividades, lo que en algunos casos hizo que perdiera peso el tradicional examen final. En muchas ocasiones, los profesores optaron por una readecuación de los contenidos de sus materias, por un recorte o por una reasignación de los mismos apuntando a su desarrollo en otras materias vinculadas o en la posibilidad de retomarlos bajo clases presenciales.

Como parte de esta tercera etapa también comenzaron a multiplicarse, por un lado, las conferencias, mesas de debate y encuentros vía plataformas de comunicación como Zoom o Jitsi. Si bien se trata de acciones que hacen a la tradición universitaria, una buena parte de estas actividades puso en evidencia el interés de la comunidad académica tanto por contribuir a la comprensión de la pandemia y sus efectos como por discutir el sentido del fenómeno. Por el otro, de manera novedosa, se instalaron conversatorios entre profesores, no docentes y entre profesores y estudiantes. De carácter horizontal, estos conversatorios surgieron con objetivos diversos, no siempre de tipo académico. Algunos tuvieron como finalidad compartir problemas y soluciones a los desafíos académicos que planteaba el contexto, a las tensiones entre enseñar y aprender en la pandemia y sobre ella, a lo que se debía hacer en relación conla vuelta a clases. Otros, en cambio, se centraron en trabajar sobre el bienestar de estudiantes, profesores y no docentes, poniendo el foco en los efectos afectivos y psicológicos del aislamiento.

Ahora tenemos el desafío de ir más allá de pensar lo digital en el registro de la modalidad a distancia. Tenemos que pensar de qué manera puede enriquecerse la presencialidad. La velocidad con que hubo que resolver la situación inesperada no hizo posible aún una evaluación de los dispositivos puestos en marcha. Sin embargo, no podemos olvidar que la cultura digital ya es parte de nuestra vida cotidiana. ¿Quién puede negar que en el vínculo pedagógico que se crea en el aula analógica se juega una parte importantísima del sentido de la enseñanza? ¿Cómo despreciar –como señala Nuccio Ordine en un video publicado en estos días por el diario español El País (6)– los ritos que dan sustento al oficio de enseñar, a la vida en la comunidad de profesores y estudiantes que es la Universidad? La sociabilidad, la interacción, la cercanía del vínculo, el reconocimiento están puestos entre paréntesis mientras dure la pandemia. Son modos de la transmisión que mantienen cohesionada a una comunidad y, por eso mismo, son formativos. Pero así como el aula analógica no nos salvó de profesores que siempre actuaron como si los estudiantes fueran recipientes vacíos a los que llenar, la digitalización tampoco es nada en términos formativos sin la mediación de los profesores. Por otra parte, ¿podemos estar seguros de que esto pasará y de que volveremos a la normalidad para hacer sin más lo que ya hacíamos? O, incluso si eso ocurriera, ¿cómo afirmar que nada de la relación entre educación y tecnologías que experimentamos merezca ser rescatado? Si pensamos lo presencial y lo virtual como un todo orgánico, ¿no estamos acaso en condiciones de distinguir cuáles son las experiencias imprescindibles y cuáles de ellas pueden ser producidas y cuáles no gracias al aporte de la virtualidad?

Referencias

1. Charles Hodges, Stephanie Moore, Barbara Lockee, Torrey Trust y Aaron Bond, “The Difference between Emergency Remote Teaching and Online Learning”, Educase Review, 27 de marzo de 2020.

2. Laura Garbarini, Silvia Martinelli y Verónica Weber, “Las universidades y el compromiso de seguir enseñando”, CIN, 1º de abril de 2020.

3. CIN, “Las universidades argentinas frente al Covid 19”, 8 de abril de 2020.

4. Para una mirada regional, cfr. Francesc Pedró. “COVID-19 y Educación Superior en América Latina y el Caribe: efecto, impactos y recomendaciones políticas”, Carolina Análisis Nº 36, Fundación Carolina, 11 de junio de 2020.

5. En La cruel pedagogía del virus, Boaventura de Sousa Santos dedica un particular desarrollo a las desigualdades que el virus expone, incluyendo el fortalecimiento del colonialismo y el patriarcado.

6. Ordine Nuccio, “Solo los buenos profesores pueden cambiar la vida de un estudiante”.

(*) Adrián Cannellotto es rector de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE) y esta nota pertenece al Suplemento UNIPE de la edición de Le Monde Diplomatique.

Fuente: https://www.analisisdigital.com.ar/opinion/2020/10/17/la-virtualizacion-de-las-universidades

La Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE) y la Sociedad Argentina de la Historia de la Educación (SAHE) conmemorarán el aniversario de la publicación que dirigió Juan Carlos Tedesco.

A 50 años de la aparición de la Revista de Ciencias de la Educación (RCE), dirigida por el especialista y ex ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco, la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE) realiza un homenaje para conmemorar su aniversario.

El recuerdo de la publicación se realizará a través de una conversación con cuatros miembros de su consejo de redacción, Nilda Vaeinstein (Universidad de Buenos Aires), Roberto Gargiullo (Universidad de Buenos Aires), Clotilde Yapur (Universidad Nacional de Tucumán) y Marta Teobaldo (Universidad Nacional de Córdoba).

La presentación, que estará a cargo de Teresa Artieda (Sociedad Argentina de la Historia de la Educación - SAHE), Hernán Amar (UNTREF), Valeria del Sel (UBA) y Sebastián Gómez (UBA), se llevará adelante el próximo 20 de octubre a las 18 horas.

La prestigiosa revista agrupó a jóvenes egresados de carreras de Ciencias de la Educación de universidades argentinas (de la Universidad de Buenos Aires y más tarde de universidades como Córdoba, La Plata, Salta y Tucumán), constituyéndose en los años 70 en una referencia para la teoría educativa.

“En sus cinco años de existencia, la revista se constituyó como punto de referencia de la teoría crítica educativa argentina”, señaló Darío Pulfer, secretario académico de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE), quien a su vez destacó como legado de la publicación “la búsqueda de un punto de cruce y retroalimentación entre los aportes de la disciplina, el compromiso social y las políticas públicas con sentido democratizador”.

La RCE contó con catorce números. Sus primeros doce ejemplares se editaron en la ciudad de Buenos Aires, mientras el último número doble en Rosario. Con una tirada aproximada de entre tres mil y cuatro mil ejemplares, la publicación se agotaba rápidamente.  “Hizo lugar a la introducción de los trabajos de Pierre Bourdieu del ámbito europeo y de la difusión de los trabajos de Tomás A. Vasconi de la región latinoamericana, por citar solo dos ejemplos”, afirmó Pulfer.

“Su inclusión de perspectivas de otras disciplinas no se restringe a las ciencias sociales. La RCE da lugar al diálogo con la psicología de la mano de los textos de Filloux, con la filosofía introduciendo la discusión de los planteos althusserianos o con la misma historia, considerada fundamental para organizar un posicionamiento y un mayor conocimiento del funcionamiento del sistema educativo y sus componentes de carácter ideológico”, agregó.

El encuentro, que se podrá compartir a través de la plataforma Zoom con inscripción previa, es organizado por la Sociedad Argentina de la Historia de la Educación (SAHE), el Grupo de estudio interinstitucional sobre Juan Carlos Tedesco (UNIPE), el Programa Interuniversitario de Doctorado de Educación (UNTREF-UNLa-UNSAM) y el Proyecto de investigación: "Universitarios en Argentina. Proyectos científicos y prácticas académicas, culturales y políticas, entre el siglo XX y los inicios del XXI" del Centro de Estudios de Historia, Cultura y Memoria (CeHCMe), Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

Fuente: https://www.perfil.com/noticias/educacion/un-punto-de-referencia-de-la-teoria-critica-educativa-argentina.phtml?rd=1

El Programa de Incentivos a Docentes-Investigadores de las Universidades Nacionales se creó mediante Decreto N°2427/93, rigiéndose por el Manual de Procedimientos RM N° 1543-2014, en el ámbito de la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de la Nación y tiene por objeto promocionar las tareas de investigación en el espacio académico, fomentando una mayor dedicación a la actividad universitaria, así como la creación de grupos de investigación.

El Programa inició su ejecución a principios de 1994 y desde ese momento los docentes que cumplen con las condiciones para participar perciben un incentivo acorde a su categoría. El pago del incentivo a los docentes investigadores categorizados está condicionado por el cumplimiento de las tareas docentes y de investigación que establece la normativa del Programa, avaladas por las autoridades universitarias correspondientes, así como por el resultado de la evaluación periódica de las actividades de investigación y de los currículos de los participantes.

La Solicitud de Incentivos 2019 se encuentra a disposición de los docentes investigadores quienes deberán entrar al sitio web: http://incentivos.siu.edu.ar para cargar y enviar la solicitud. La carga de dicha solicitud es personal.

La convocatoria estará abierta hasta el 1ro. de diciembre de 2020.

La presentación actual es para los cargos y proyectos vigentes durante 2019.

Los docentes-investigadores deben cumplir los siguientes requisitos para solicitar el Incentivo 2019:

  • Ser docente rentado de una universidad nacional o provincial.
  • Tener una dedicación docente Exclusiva o Semiexclusiva. En caso de tener dedicación simple debe ser becario o pertenecer a un organismo de ciencia y tecnología. El cargo docente debe ser de 120 horas al año, con un mínimo de 50% dedicado a carreras de grado.
  • Poseer categoría I, II, III, IV o V del Programa de incentivos.
  • Participar en un proyecto de investigación acreditado cuyo director/a tenga Categoría I, II o III del Programa de Incentivos.

Documentos para descargar:

 

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La Sociedad Argentina de la Educación (SAHE) y la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe) convocan a un homenaje a 50 años de la Revista de Ciencias de la Educación (1970-1975)

Por Agencia TELAM

La Sociedad Argentina de la Educación (SAHE) y la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe) convocan a un homenaje a 50 años de la Revista de Ciencias de la Educación (1970-1975) dirigida por el ex ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco, considerada "una referencia para la teoría educativa", se indicó en un comunicado.

Esa publicación "agrupó a jóvenes egresadas y egresados de carreras de Ciencias de la Educación de universidades argentinas (de la Universidad de Buenos Aires y más tarde de universidades como Córdoba, La Plata, Salta y Tucumán)", contó con 14 números y "con una tirada aproximada de entre tres mil y cuatro mil ejemplares, se agotaba rápidamente".

Darío Pulfer, secretario académico de la Unipe, explicó que "en sus cinco años de existencia, la revista se constituyó como punto de referencia de la teoría crítica educativa argentina".

"Ante el Golpe de Estado de 1966 y la intervención de la universidades (particularmente significativa en la Facultad de Filosofía y Letras - UBA) -continuó Pulfer-, la publicación configuró una perspectiva educativa opuesta al desarrollismo católico. Pero también, en su devenir la revista tensionó a las posturas liberales y cientificistas como a las denominadas sociologías radicales mecanicistas".

A 50 años de la aparición de la revista, se realizará el homenaje con una conversación con cuatros miembros de su Consejo de Redacción, Nilda Vaeinstein (UBA); Roberto Gargiullo (UBA); Clotilde Yapur (Universidad Nacional de Tucumán) y Marta Teobaldo (Universidad Nacional de Córdoba), que contaron con distintas filiaciones institucionales en los años 70.

La conversación será presentada por Teresa Artieda (SAHE), Hernán Amar (UNTREF), Valeria del Sel (UBA) y Sebastián Gómez (UBA).

La actividad se llevará adelante por Zoom el próximo 20 de octubre a las 18 hs, con inscripción previa y es organizada por la SAHE, UNIPE, el Programa Interuniversitario de Doctorado de Educación(Untref-UNLA-UNSAM) y el Proyecto de investigación: Universitarios en Argentina. Proyectos científicos y prácticas académicas, culturales y políticas, entre el siglo XX y los inicios del XXI - Centro de Estudios de Historia, Cultura y Memoria (Cehcme), de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

Fuente: https://www.noticiasde.com.ar/sociedad/convocan-a-un-homenaje-a-la-revista-de-ciencias-de-la-educacion-dirigida-por-tedesco-172463

La virtualización de las universidades

prensa Viernes, 16 Octubre 2020 04:55

La preocupación por la continuidad y por garantizar el derecho a la educación se incorporó rápidamente en los debates académicos. Se tenía conciencia de que la velocidad con la que las Universidades, los profesores y los estudiantes tuvieron que mudarse hacia la formación en línea no tenía precedentes.

Por Adrián Cannellotto (*)

Lo que algunos denominaron “educación remota de emergencia” fue un proceso que en Argentina se inició con el decreto presidencial Nº 260/2020 del 12 de marzo de este año, un día después que la Organización Mundial de la Salud declarara al brote del nuevo coronavirus como una pandemia. La norma establecía el “aislamiento obligatorio” como acción preventiva y colocaba en el Ministerio de Educación la potestad para determinar las condiciones en las que se desarrollaría la escolaridad en todos los niveles durante la urgencia sanitaria.

Con el avance de la cuarentena, el 3 de abril, la Secretaría de Políticas Universitarias recomendó “la readecuación del calendario académico 2020, teniendo en cuenta la especificidad de la enseñanza universitaria, garantizando las cursadas en las modalidades periódicas que normalmente se desarrollan en un año académico, manteniendo la calidad del sistema universitario”. Ese mismo día, el rectorado de la UBA comunicó la modificación de su calendario reiniciando las clases el 1 de junio de 2020 y finalizando el 12 de marzo de 2021 con el objetivo de “garantizar el año lectivo de cursada presencial”. Esa situación, que generó controversias entre sus propias Facultades, no se extendió a otras Universidades que, con ciertos cambios, mantuvieron sus calendarios académicos en curso.

La preocupación por la continuidad y por garantizar el derecho a la educación se incorporó rápidamente en los debates académicos. Se tenía conciencia de que la velocidad con la que las Universidades, los profesores y los estudiantes tuvieron que mudarse hacia la formación en línea no tenía precedentes. Como apunta Hodges (1), las Universidades se convirtieron en una suerte de MacGyver, el personaje que siempre debía resolver a contrarreloj y con escasas herramientas una situación inesperada. La virtualidad como dimensión de la realidad, la desigualdad de acceso, conexión y uso de las tecnologías, las posibilidades y limitaciones pedagógicas de la virtualidad y sus herramientas, entre otros temas, recorrieron una parte importante de los foros de debate en todo el país.

Integrantes de la Red Universitaria de Educación a Distancia de Argentina (RUEDA) retomaron, en una nota publicada en el portal del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), viejas tensiones de la educación virtual frente al contexto actual (2). Recordaban que la educación a distancia fue “concebida a lo largo de su historia como una opción devaluada” y que persisten opiniones según las cuales su empleo conllevaría una caída de la calidad. Con el uso de la virtualidad en modo de emergencia, es decir sin ser efectivamente educación a distancia, el riesgo de que estas opiniones se consoliden es alto. De la misma manera, la percepción de los estudiantes respecto de la relación presencial-virtual en estas condiciones puede contribuir a instalar la idea de la baja calidad de la educación a distancia.

En el sistema universitario se da una diversidad de situaciones respecto del uso de la virtualidad. Como señala la declaración del CIN del 8 de abril, “las estrategias de enseñanza mediadas con herramientas de la información y la comunicación no prevalecen en las tradiciones académicas de nuestras instituciones. Tampoco reemplazan la potencialidad de los vínculos y métodos de la presencialidad” (3). En la mayoría de los casos, al menos hasta aquí, las carreras presenciales no incorporaban actividades virtuales relevantes en sus asignaturas. Lo digital, aunque forma parte de la realidad, no había tenido una presencia destacada en el espacio “analógico” de las aulas. Esto tornó ineludible el debate sobre la inclusión de las tecnologías digitales en un momento en el cual parece posible superar el modo reductor en que se venía planteando la cuestión: tecnologías sí, tecnologías no. Sin dejar de reconocer las limitaciones y la complejidad que reviste la traducción de las propuestas presenciales a lo virtual y, en algunos casos, sin dejar de marcar su imposibilidad, la pandemia creó un escenario propicio para repensar la transmisión de conocimientos en el mundo digital que estamos construyendo.

Los gremios docentes y no docentes, tanto en sus representaciones nacionales como en las delegaciones en cada una de las Universidades, discutieron y acordaron posiciones relativas no sólo a los salarios sino también a las nuevas condiciones laborales que el contexto iba imponiendo. El acta paritaria del 19 de junio reconoció el trabajo de los profesores en “contexto virtual o no presencial”. Dispuso una serie de requerimientos y medidas de seguridad para los investigadores que realizan “tareas experimentales presenciales”, convino jornadas laborales acordes con las designaciones para evitar la “sobrecarga” de actividades preservando la “intimidad familiar” y el descanso. El acta también introduce el “derecho a la desconexión digital” cuya regulación ya se discute en Europa, no así en América Latina. La posibilidad de organizar el trabajo remoto estableciendo horarios y condiciones claras parece un tema “junto con la situación de los trabajadores de plataformas digitales” que merece urgente atención por parte de los Ministerios de Trabajo.

Tres etapas

La pandemia lanzó un nuevo desafío para las instituciones, docentes y estudiantes, sobre todo aquellos que se encuentran en los primeros años de las carreras de grado. Para los ingresantes pudo significar un escollo insuperable en relación a la continuidad de sus estudios. La mayoría de las carreras se detuvieron apenas iniciadas, en particular las de grado. Otras muchas no llegaron a iniciarse (entre ellas buena parte de los posgrados). La imposibilidad de establecer contacto con profesores, compañeros, autoridades se sumó a la dificultad para familiarizarse con las reglas y lógicas de la vida universitaria, con sus códigos y sus lenguajes. La velocidad de la emergencia complicó las intervenciones destinadas a trabajar sobre la escritura académica y la lectura comprensiva, dos cuestiones esenciales para sentar las bases de la continuidad. Del mismo modo, obligó a las Universidades a llevar a cabo otras acciones de contención para apuntalar las trayectorias de los estudiantes. El aislamiento puso en evidencia que la formación universitaria supone el conocimiento tanto como las condiciones institucionales, pues éstas son elementos formativos que posibilitan procesos de socialización y de integración a la vida académica y política de las instituciones (4).

El pasaje a la virtualidad bajo la modalidad de “educación remota de emergencia” trajo aparejados problemas ocasionados por la brecha tecnológica. Los estudiantes de menores recursos no cuentan con computadoras ni con opciones de conectividad aceptables y se manejan enteramente con teléfonos celulares, el dispositivo más difundido en el país. Este tiene una penetración de 128,8 cada 100 habitantes, mientras que internet llega al 65% de lapoblación, pero con una distribución muy desigual. Algo similar ocurre con la velocidad de conexión y con el mayor número de hogares conectados, de los cuales los mejores índices están en Buenos Aires y CABA. Por eso, y a pesar de que los dominios .edu se liberaron a través de convenios específicos entre las Universidades y las prestadoras de servicios de telecomunicación, facilitando el acceso a páginas web institucionales con repositorios bibliográficos y aulas virtuales, la preeminencia del celular trajo aparejadas complicaciones relativas a la navegación, la presentación de trabajos escritos, el acceso a la bibliografía y la lectura. Es habitual que muchos de estos teléfonos cuenten con planes de datos prepagos, haciendo aún más restrictivo el acceso y la conectividad. De esta manera, el modo en que las Universidades se reinventaron frente a la urgencia, en muchos casos, no pudo sortear la barrera de las desigualdades ya existentes.

La pandemia y la crisis pusieron en evidencia que las desigualdades (5) sociales, territoriales, culturales, de género, de acceso y uso de las tecnologías impactan en la educación, tanto básica como universitaria. En 2019, más de la mitad de los chicos de 4 a 17 años eran pobres por ingreso familiar y 14% se encontraban en la indigencia. Mientras el 32% de los adolescentes de 16 a 17 años desarrolla alguna actividad productiva, en el NEA y NOA el porcentaje es un poco mayor aun. Uno de cada cinco hogares no tiene conectividad, realidad que se concentra también en las regiones del Norte argentino. A ello se agregan las desigualdades relativas al capital cultural familiar y personal. A lo que hay que sumarle que es una característica de nuestro estudiantado el combinar sus estudios con el trabajo: más del 65% de los estudiantes trabaja mientras cursa la Universidad. Esto, que en condiciones de normalidad incide sobre la organización de la cursada y sobre las trayectorias individuales, con el aislamiento tuvo impacto por el lado de la pérdida de empleos, por la caída de los ingresos en los hogares y por la consiguiente desorganización de las vidas familiares. Esta es una de las razones por las cuales fue fundamental el acompañamiento institucional, el acceso a becas y a programas –nacionales o de las propias Universidades– que garantizaran mediante la asignación de recursos el sostenimiento de las cursadas, el acceso a la virtualidad o la compra de tecnología.

Aunque todavía no existen datos concluyentes, es muy probable que se produzca un incremento del abandono y del rezago de los estudiantes a raíz de las actuales condiciones. Es obvio que la educación a distancia requiere de una mayor dedicación. La disciplina, organización y compromiso que se exigen no son los mismos que en el modo presencial. Esto se suma al trabajo de virtualización que deben llevar a cabo los docentes. La complejidad que supone la construcción de una asignatura en el entorno virtual es algo que no pudo ser abordado a causa de la emergencia. La falta de tiempo se tradujo, en muchos casos, en un pasaje lineal de contenidos y estrategias que no habían sido pensados ni desarrollados originalmente para ello.

Del lado de las instituciones, la desorientación de los primeros días fue dando paso a la reorganización de las condiciones administrativas y académicas. Las respuestas fueron muy variadas. El tamaño de la Universidad, su nivel de complejidad administrativa, la capacidad tecnológica, la experiencia de sus profesores y las condiciones de su población estudiantil fueron marcando los tiempos. Las respuestas se fueron llevando adelante con las dificultades heredadas de un ciclo como el de los años 2016 a 2019, en el que se produjo un retroceso presupuestario del sector. Esa disminución ocurrió mientras se daba un proceso de crecimiento de la matrícula y de las necesidades de infraestructura por la extensión territorial y social de la oferta, en particular en aquellas instituciones de reciente creación. Basta precisar que en un contexto de alta inflación, como el año 2019, se produjo un descenso real del presupuesto universitario del 10%.

Las respuestas institucionales podrían catalogarse en tres momentos. Una primera etapa, coincidente con el primer ciclo de aislamiento de 15 días, giró en torno a la resolución de cuestiones administrativas y al trabajo remoto de los no docentes, a las necesidades propias de los ingresantes –lo que se puso en evidencia a través de consultas masivas–, y la apertura y gestión de aulas virtuales para aquellas carreras que no disponían de ellas. Por esta razón, la primera etapa fue más caótica en instituciones cuyas carreras no tenían vinculación alguna con la virtualización.

La segunda etapa tuvo que ver con el afianzamiento de la situación de aislamiento. Cuando las comunicaciones oficiales evidenciaron que el retorno se postergaba, se avanzó en un trabajo más coordinado con los profesores para atender las cuestiones formativas en lo virtual. A la par, se incorporaron los primeros protocolos y recomendaciones en este sentido, se empezó a complejizar el empleo de herramientas y estrategias digitales para el dictado de asignaturas –de los usos básicos del aula virtual se pasó a la incorporación de guías de lectura, audios, videos, clases sincrónicas vía plataformas comunicacionales, etc.–, se fueron encauzando demandas más sustantivas de los estudiantes y, en particular, se generaron políticas destinadas a sostener las trayectorias y evitar la deserción apuntando a la contención y el seguimiento.

La última etapa tuvo como uno de los ejes centrales la acreditación y la evaluación de los conocimientos, el diseño de metodologías de examen para el cierre del cuatrimestre y todo lo relativo a las tareas administrativo-académicas que ello supone. La idea de evaluación también se vio conmovida por la pandemia. Es apresurado decir si esto abrirá una discusión sobre los modos de evaluación habituales en las Universidades. Lo cierto es que la trayectoria de los estudiantes tuvo que ser acreditada y evaluada a partir de la concreción de diferentes actividades, lo que en algunos casos hizo que perdiera peso el tradicional examen final. En muchas ocasiones, los profesores optaron por una readecuación de los contenidos de sus materias, por un recorte o por una reasignación de los mismos apuntando a su desarrollo en otras materias vinculadas o en la posibilidad de retomarlos bajo clases presenciales.

Como parte de esta tercera etapa también comenzaron a multiplicarse, por un lado, las conferencias, mesas de debate y encuentros vía plataformas de comunicación como Zoom o Jitsi. Si bien se trata de acciones que hacen a la tradición universitaria, una buena parte de estas actividades puso en evidencia el interés de la comunidad académica tanto por contribuir a la comprensión de la pandemia y sus efectos como por discutir el sentido del fenómeno. Por el otro, de manera novedosa, se instalaron conversatorios entre profesores, no docentes y entre profesores y estudiantes. De carácter horizontal, estos conversatorios surgieron con objetivos diversos, no siempre de tipo académico. Algunos tuvieron como finalidad compartir problemas y soluciones a los desafíos académicos que planteaba el contexto, a las tensiones entre enseñar y aprender en la pandemia y sobre ella, a lo que se debía hacer en relación conla vuelta a clases. Otros, en cambio, se centraron en trabajar sobre el bienestar de estudiantes, profesores y no docentes, poniendo el foco en los efectos afectivos y psicológicos del aislamiento.

Ahora tenemos el desafío de ir más allá de pensar lo digital en el registro de la modalidad a distancia. Tenemos que pensar de qué manera puede enriquecerse la presencialidad. La velocidad con que hubo que resolver la situación inesperada no hizo posible aún una evaluación de los dispositivos puestos en marcha. Sin embargo, no podemos olvidar que la cultura digital ya es parte de nuestra vida cotidiana. ¿Quién puede negar que en el vínculo pedagógico que se crea en el aula analógica se juega una parte importantísima del sentido de la enseñanza? ¿Cómo despreciar –como señala Nuccio Ordine en un video publicado en estos días por el diario español El País (6)– los ritos que dan sustento al oficio de enseñar, a la vida en la comunidad de profesores y estudiantes que es la Universidad? La sociabilidad, la interacción, la cercanía del vínculo, el reconocimiento están puestos entre paréntesis mientras dure la pandemia. Son modos de la transmisión que mantienen cohesionada a una comunidad y, por eso mismo, son formativos. Pero así como el aula analógica no nos salvó de profesores que siempre actuaron como si los estudiantes fueran recipientes vacíos a los que llenar, la digitalización tampoco es nada en términos formativos sin la mediación de los profesores. Por otra parte, ¿podemos estar seguros de que esto pasará y de que volveremos a la normalidad para hacer sin más lo que ya hacíamos? O, incluso si eso ocurriera, ¿cómo afirmar que nada de la relación entre educación y tecnologías que experimentamos merezca ser rescatado? Si pensamos lo presencial y lo virtual como un todo orgánico, ¿no estamos acaso en condiciones de distinguir cuáles son las experiencias imprescindibles y cuáles de ellas pueden ser producidas y cuáles no gracias al aporte de la virtualidad?

1. Charles Hodges, Stephanie Moore, Barbara Lockee, Torrey Trust y Aaron Bond, “The Difference between Emergency Remote Teaching and Online Learning”, Educase Review, 27 de marzo de 2020.

2. Laura Garbarini, Silvia Martinelli y Verónica Weber, “Las universidades y el compromiso de seguir enseñando”, CIN, 1º de abril de 2020.

3. CIN, “Las universidades argentinas frente al Covid 19”, 8 de abril de 2020.

4. Para una mirada regional, cfr. Francesc Pedró. “COVID-19 y Educación Superior en América Latina y el Caribe: efecto, impactos y recomendaciones políticas”, Carolina Análisis Nº 36, Fundación Carolina, 11 de junio de 2020.

5. En La cruel pedagogía del virus, Boaventura de Sousa Santos dedica un particular desarrollo a las desigualdades que el virus expone, incluyendo el fortalecimiento del colonialismo y el patriarcado.

6. Ordine Nuccio, “Solo los buenos profesores pueden cambiar la vida de un estudiante”.

(*) Rector de la UNIPE (Universidad Pedagógica Nacional).

La nota pertenece al Suplemento UNIPE de El diplo.

Fuente: https://www.telam.com.ar/notas/202010/525087-la-virtualizacion-de-las-universidades.html

La Sociedad Argentina de la Educación (SAHE) y la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe) convocan a un homenaje a 50 años de la Revista de Ciencias de la Educación (1970-1975) dirigida por el ex ministro de Educación de la Nación, Juan Carlos Tedesco, considerada "una referencia para la teoría educativa", se indicó en un comunicado.

Esa publicación "agrupó a jóvenes egresadas y egresados de carreras de Ciencias de la Educación de universidades argentinas (de la Universidad de Buenos Aires y más tarde de universidades como Córdoba, La Plata, Salta y Tucumán)", contó con 14 números y "con una tirada aproximada de entre tres mil y cuatro mil ejemplares, se agotaba rápidamente".

Darío Pulfer, secretario académico de la Unipe, explicó que "en sus cinco años de existencia, la revista se constituyó como punto de referencia de la teoría crítica educativa argentina".

"Ante el Golpe de Estado de 1966 y la intervención de la universidades (particularmente significativa en la Facultad de Filosofía y Letras - UBA) -continuó Pulfer-, la publicación configuró una perspectiva educativa opuesta al desarrollismo católico. Pero también, en su devenir la revista tensionó a las posturas liberales y cientificistas como a las denominadas sociologías radicales mecanicistas".

A 50 años de la aparición de la revista, se realizará el homenaje con una conversación con cuatros miembros de su Consejo de Redacción, Nilda Vaeinstein (UBA); Roberto Gargiullo (UBA); Clotilde Yapur (Universidad Nacional de Tucumán) y Marta Teobaldo (Universidad Nacional de Córdoba), que contaron con distintas filiaciones institucionales en los años 70.

La conversación será presentada por Teresa Artieda (SAHE), Hernán Amar (UNTREF), Valeria del Sel (UBA) y Sebastián Gómez (UBA).

La actividad se llevará adelante por Zoom el próximo 20 de octubre a las 18 hs, con inscripción previa y es organizada por la SAHE, UNIPE, el Programa Interuniversitario de Doctorado de Educación(Untref-UNLA-UNSAM) y el Proyecto de investigación: Universitarios en Argentina. Proyectos científicos y prácticas académicas, culturales y políticas, entre el siglo XX y los inicios del XXI - Centro de Estudios de Historia, Cultura y Memoria (Cehcme), de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).

Fuente: https://www.grupolaprovincia.com/amp/sociedad/convocan-a-un-homenaje-a-la-revista-de-ciencias-de-la-educacion-dirigida-por-tedesco-589310

Tras el desastre sanitario, social y económico generado por la pandemia, nadie duda que sólo los Estados serán capaces de motorizar la reconstrucción del mundo. Sin embargo, ese consenso se acaba a la hora de discutir cómo será la nueva estatalidad: ¿Volverán los Estados de bienestar? ¿O serán Estados que se limitarán a recomponer y oxigenar al capitalismo financiero? ¿Habrá llegado el momento de un nuevo diseño de Estado, desconocido hasta ahora?

Conduce: Noelia Barral Grigera. Participan: Ana Castellani, Andrés Ibarra, Oscar Oszlak, Julián Axat, Paula Canelo y Sebastián Sztulwark.