Los pronósticos acerca de la importancia creciente que asumirá la función de aprender a aprender se basan en dos características importantes de la sociedad moderna: (i) la significativa velocidad que ha adquirido la producción de conocimientos y (ii) la posibilidad de acceder a un enorme volumen de información. A diferencia del pasado, los conocimientos e informaciones adquiridos en el período de formación inicial en las escuelas o universidades no permitirán a las personas desempeñarse por un largo período de su vida activa. La obsolescencia será cada vez más rápida, obligando a procesos de reconversión profesional permanente a lo largo de toda la vida.
En estas condiciones y para decirlo rápidamente, la educación ya no podrá estar dirigida a la transmisión de conocimientos y de informaciones sino a desarrollar la capacidad de producirlos y de utilizarlos. Este cambio de objetivos está en la base de las actuales tendencias pedagógicas, que ponen el acento en los fenómenos meta - curriculares. El concepto de meta - curriculum se refiere a la adquisición de conocimientos de orden superior: conocimientos acerca de cómo obtener conocimientos, cómo pensar correctamente, cómo formular y probar hipótesis, etc. [2].
Si el objetivo de la educación consiste en transmitir estos conocimientos de orden superior, el papel de la escuela debe focalizarse en la tarea de enseñar el oficio de aprender. ¿En qué consiste el oficio de aprender?. Al respecto, es interesante constatar que los autores que están trabajando sobre este concepto evocan la metáfora del aprendizaje tradicional de los oficios, basado en la relación entre el experto y el novicio. Pero a diferencia de los oficios tradicionales, lo que distingue al experto del novicio en el proceso de aprender a aprender es la manera como encuentran, retienen, comprenden y operan sobre el saber en el proceso de resolución de un determinado problema.
A partir de esta pareja “experto - novicio”, el papel del docente se define como el de un “acompañante cognitivo”. En el proceso clásico de aprendizaje de determinados oficios, el procedimiento utilizado por el maestro es visible y observable. El maestro muestra cómo se hacen las cosas. En el aprendizaje escolar, en cambio, estos procedimientos están ocultos y el maestro debe ser capaz de exteriorizar un proceso mental generalmente implícito. El “acompañante cognitivo” debe, por ello, desarrollar una batería de actividades destinadas a hacer explícitos los comportamientos implícitos de los expertos, de manera tal que el alumno pueda observarlos, compararlos con sus propios modos de pensar, para luego - poco a poco - ponerlos en práctica con la ayuda del maestro y de los otros alumnos[3]. En síntesis, pasar del estado de novicio al estado de experto consiste en incorporar las operaciones que permiten tener posibilidades y alternativas más amplias de comprensión y solución de problemas.
Pero los nuevos requerimientos a la educación también incluyen fuertes demandas de formación ética que, en los términos del Informe antes mencionado, se resumen en la exigencia de aprender a vivir juntos. Al respecto, la sociedad contemporánea se caracteriza por la enorme diversidad de estilos de vida que coexisten no sólo entre culturas, sino al interior de la propia cultura occidental. Esto supone que muchas decisiones que afectan nuestras opciones de vida son cada vez menos impuestas y más libremente elegidas. En este contexto, es imprescindible desarrollar la capacidad para hacernos cargo de las consecuencias de nuestras decisiones.
Educar para la responsabilidad es hoy en día, y lo será mucho más en el futuro, una de las funciones básicas de la educación. Pero la formación de un núcleo moral sólido no significa, como pudo ser entendido en el pasado, la identificación con una propuesta única y excluyente. La interculturalidad será la realidad de toda sociedad futura. Ser capaz de convivir con el diferente, de enriquecerse con la diversidad, de trabajar en grupo a partir de la propia individualidad, de reconocerse a uno mismo y al diferente, serán exigencias de la vida ciudadana, de la vida política y de la vida individual. Pero en el marco de sociedades que se globalizan y de procesos productivos con fuertes tendencias a la exclusión, la formación del sentido de responsabilidad debe estar acompañada por una igualmente intensa formación del sentido de solidaridad.
Por último, las relaciones entre la escuela y las restantes agencias de socialización, particularmente la familia, también han sufrido modificaciones importantes. La escuela tradicional fue diseñada sobre la base de un supuesto según el cual existía un solo tipo de familia y que ella asumía la responsabilidad de brindar la socialización primaria que permitía luego el desarrollo del proceso educativo escolar.
Las informaciones disponibles sobre el desarrollo social en las últimas dos décadas indican, sin embargo, que en una proporción importante de las familias se habrían deteriorado las posibilidades de garantizar la socialización primaria sobre la cual se apoya el aprendizaje escolar.
Si bien el tema de la socialización primaria ha sido poco estudiado hasta ahora, existen numerosos indicios que justifican la necesidad de prestarle mayor atención, en el marco de un análisis acerca del papel de la dimensión cultural, en los procesos de desarrollo social.
El primer indicador de este fenómeno es que la pobreza se ha urbanizado. La urbanización de la pobreza implica mucho más que un mero fenómeno de migración espacial. En muchos casos implica la ruptura de las redes tradicionales de solidaridad y de protección y la pérdida de buena parte del capital social existente. Una de las expresiones más visibles de este fenómeno para el caso de niños de origen popular es la aparición de lo que se ha denominado “niños de la calle”, que están hoy más solos que nunca.
En segundo lugar, es necesario advertir que el deterioro de las condiciones de educabilidad no afecta sólo a los sectores pobres tradicionales sino a los “nuevos pobres”, provocados por los procesos de reconversión y modernización productiva. En estas condiciones, la escuela recibe demandas para las cuales no está preparada y que obligan a re-definir no sólo el diseño institucional de la tarea escolar sino el perfil de desempeño de su personal. En todo caso, resulta claro que el pacto tradicional entre escuela y familia no puede ser mantenido y que resulta fundamental iniciar un debate social amplio acerca de las nuevas formas de articulación entre escuela y las otras agencias de socialización donde, además de la familia, es preciso incluir a los medios de comunicación de masas, particularmente la televisión.
[1] Report to UNESCO of the International Commission on Education for the Twenty-first Century, chaired by Jacques Delors. Learning: the treasure within. Paris, UNESCO, 1996.
[2] Ver, por ejemplo, David Perkins. La escuela inteligente; Del adiestramiento de la memoria a la educación de la mente. Barcelona, Gedisa, 1995. Stuart MacLure y Peter Davies. Aprender a pensar, pensar en aprender. Barcelona, Gedisa, 1995.
[3] Goery Delacôte,.Enseñar y aprender con nuevos métodos. Barcelona, Gedisa, 1997.
1-JCT Artículos diarios
Material inédito
Título del archivo Word: "Desarrollo Humano en Argentina"
Fecha del archivo: 16 de septiembre de 1998