Los resultados del operativo nacional de evaluación presentados por el Ministerio de Educación merecen tres reflexiones principales. La primera de ellas es que si comparamos los resultados con la realidad del país, debemos hacer un reconocimiento muy fuerte al trabajo de la escuela y, en particular, de la escuela pública. Lograr estos resultados en un contexto donde aumentó significativamente la cantidad de alumnos en las escuelas y se deterioraron gravemente las condiciones materiales de vida, es un logro que no puede ser subestimado.
Pero si comparamos estos resultados con lo que está pasando en el mundo, debemos preocuparnos mucho. En las comparaciones internacionales, Argentina está entre los mejores de América Latina y los mejores de América Latina ocupan los últimos puestos de la comparación internacional. Esto no es una novedad y desde hace ya varios años que se ha encendido la luz de alarma. Sin embargo, no parece que esta alarma produzca reacciones sociales importantes. En el mediano y largo plazo, el verdadero “riesgo país” es el que miden estos operativos. La Argentina no será “sustentable” si no se decide a invertir mayores recursos en forma sistemática y eficiente en la formación de las futuras generaciones.
La segunda reflexión se refiere a la explicación de estos bajos resultados y las estrategias para mejorarlos. Me parece importante asumir que estamos frente a un problema complejo y que mejorar los resultados de aprendizaje de los alumnos es una tarea difícil y de largo plazo. Por un lado, los malos resultados se explican por razones extraeducativas: los que menos aprenden son los que menos tienen. En este sentido, los datos confirman una verdad de Perogrullo: la educación sola no puede. Para tener una buena educación hay que tener una población con necesidades básicas satisfechas en cuanto a alimentación, salud, vivienda y empleo. Pero también es cierto que con las necesidades básicas satisfechas, algunos aprenden mas que otros. Hay métodos, formas de organizar el trabajo en las escuelas que producen mejores resultados.
Entonces, ¿qué hacer para mejorar los resultados?. En la última década se han llevado a cabo estrategias muy diversas: se cambiaron los contenidos, se aumentaron los años de obligatoriedad escolar, se implementaron planes de distribución de textos y de equipos y materiales didácticos. Sin embargo, todo indica que los resultados de esas transformaciones están lejos de lo esperado. Mi impresión es que para lograr que los cambios estructurales modifiquen lo que pasa en la escuela y en el aprendizaje, es fundamental ocuparse del docente. Esto significa, por supuesto, ocuparse de sus condiciones de trabajo. Pero también de su formación, de sus valores y de su entusiasmo. El riesgo país también debe medirse por el grado de optimismo que transmiten los responsables de formar a las nuevas generaciones.
Juan Carlos Tedesco
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Título del archivo Word: "El verdadero"
Fecha del archivo: 2003.